El muelle en el puerto deportivo

Un monumento al ‘900

Aproximadamente a un kilómetro del comienzo del Golfo de Vasto, en la playa hay un embarcadero que le permite ingresar a las aguas del Adriático durante unos sesenta metros. Para acceder a ella, desde la playa se asciende por una rampa, por la que se está a unos dos metros sobre el nivel del mar y, al final, se ensancha en una plataforma en la que es agradable detenerse a contemplar el mar.

El pantalán, construido en 1998 en hormigón armado, está comunicado por una pasarela con el edificio que actualmente alberga el Club Náutico y que lo oculta desde el paseo marítimo. A pesar de ello, no está acondicionada para el amarre de embarcaciones y aparece como una arquitectura sin uso práctico, dado que no está acondicionada para el amarre de embarcaciones.

En realidad, el muelle actual fue construido para reemplazar al histórico, de madera y hierro, demolido en 1996 y muy querido por los Vastesi que lo consideraban un símbolo de su playa. Había sido construido alrededor de un siglo antes como escala para barcos de carga y pesca que usaban el golfo de Vasto, en ese momento más profundo de lo que es actualmente, como puerto natural.

Su posición, próxima al torrente Fosso Marino, probablemente estuvo determinada por las actividades presentes en el barrio de la Marina a principios de siglo, en particular el horno de ladrillos que se encontraba a unos trescientos metros tierra adentro de la playa. En la zona también estaban los edificios de la aduana de Vasto, precisamente para atestiguar el papel comercial de la pequeña infraestructura.

Posteriormente, en 1948, se construyó la lonja del pescado, actual Club Náutico. Los barcos, a remo o vela en ese momento, amarraban al muelle y descargaban la captura a pocos metros de donde se vendía. En los años siguientes, sin embargo, se construyó el puerto industrial de Punta Penna y también se motorizó gradualmente la flota pesquera y se trasladó al nuevo sitio.

El embarcadero quedó así en medio del mar, sin ningún uso y comenzó a oxidarse, tanto que el acceso estuvo impedido durante años. Al ser desmantelado, el municipio de Vasto decidió reconstruirlo porque ya su figura formaba parte de la memoria de los Vastesi y del imaginario que cada uno de ellos lleva consigo.

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